"Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca..." [Poema 15. Neruda]
Admitamos que el silencio ha sido mal tratado, vilipendiado, calumniado y abusado; que "el que calla otorga", que "necesitamos 2 años para aprender a hablar y el resto de la vida para aprender a callar", que "al hablar hay que procurar que las palabras sean mejores que el silencio", que "el silencio es el ingenio de los necios", que "cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena", y otras más... Pero lo cierto es que el silencio debería ser un derecho al que pudiéramos apelar todos en cualquier momento, derecho a no decir nada sin que ello signifique que otorgo nada en absoluto, derecho a pedirle al otro que no diga nada y derecho a callar porque si.
Si me conocés afuera de este blog, en la vida real, sabés que no soy una mujer a la que se puede definir con el adjetivo "silenciosa", al contrario: soy bastante ruidosa, mejor me vendría por descripción "parlanchina" alguien a quién le cuesta guardar silencio, y ¡si que me cuesta! me cuesta mucho de verdad, me resulta un reto enorme negarme a la tendencia permanente a decir la última palabra en toda conversación, discusión o charla -por trivial que sea- sin embargo, porque me reconozco como proclive a romper el silencio es que me siento con autoridad civil-moral-humana de reclamar mi derecho al silencio, derecho a callar ya, sin dar explicaciones y sobre todo derecho a escuchar el silencio, porque ya sea que lo admitas o no, el silencio siempre tiene algo que decir: en el arrullo del viento, el eco lejano (o cercano) de los carros en la vía, en el canto de los pajaritos o el ruido absurdo de un radio ajeno y sobre todo en el propio soliloquio mental.
Claro que si, ahí, en ese discurso siempre hay algo... un algo importante que la verborrea de la televisión, whatsapp y facebook no te dejan escuchar, un algo que los más sensibles hallan meditando y los piadosos orando, pero que los demás lo obviamos, lo ignoramos, apenas si lo sospechamos pero no nos detenemos para prestar atención porque no hacemos uso del derecho al silencio, y detrás de este 'innombrado' derecho solo podemos resignar las ideas a lo que insinúan los demás, castrados de reflexión, introspección y hasta de criterio, sin lugar a escuchar generosamente a nadie somos como reproductores infinitos de frases hechas... por los demás.
Por eso, por favor usted que me está leyendo: No se quede callado, reclame su derecho al silencio!!!!
WARCELA
(muchas cosas pero no cualquier cosa -menos una pata-, aunque vilmente asesine mis propias ideas seré una psicóGata, vos si querés podés entender que se trate de una psicóloga gatuna, medio rayada también)