Mi tristeza

Hay dolores que duelen en la existencia...

Dolores que son como la tristeza o el amor, 

se sienten en la piel y en los sentidos, 

en algún lugar de uno mismo que ni uno mismo sabe donde.

Y es que cuando el dolor es físico, algo te dice que en algún momento pasará y vos confiás porque sabes que es cierto, los dolores pasan aunque regresen, pero al fin: pasan.

Otra cosa es cuando estamos hablando de los dolores del alma, esos no pasan (así es como me ocurre a mí) porque estoy experimentando este dolor de muela en el alma, es como un cólico de mes en el corazón, algo que parece apendicitis pero en el nombre... ¿si ves que ni yo misma sé describir este dolor? es que es así... dolor doloroso que arde y pica, que resiente y esta presente, dolor intenso y agudo que me borra la memoria de otros dolores que ya pasaron, que me habita como un parásito inmenso que se alimenta de mi esperanza y mi fe, que me consume de a pocos y, me hace dudar: tal vez esta vez no pase...

Así es el dolor que no es físico, siempre trae con él -además de la pesadumbre- esta certeza absurda de que por primera vez: no pasará; Hoy estoy así: con el alma pegadita de un hilo a esta pesada existencia, hoy me siento caminando y arrastrando una mole (mi alma) de apenas un hebra que va a romperse en cualquier instante y casi prefiero la quietud para no perderla ó acaso también deseo correr hasta lograr deshacerme de la peor carga que se puede llevar a cuestas cuando estas vivo... el dolor.

Y tengo la intuición de que estas leyendo y pensando que esto del dolor es tan típico y extraño al mismo tiempo, y si, si, tenés razón porque el fastidioso dolor es casi siempre la musa más fiel de las palabras escritas, una musa prostituida y usada de la peor manera por cualquiera (vos o yo).

WARCELA 
(muchas cosas pero no cualquier cosa -menos una pata-, aunque vilmente asesine mis propias ideas seré una psicóGata, vos si querés podés entender que se trate de una psicóloga gatuna, medio rayada también)